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  • Foto del escritorRoberta

¿Procrastinadora yo?

La idea de “procrastinación” me está siendo problemática por muchas razones. Les cuento una historia, el martes tenía el objetivo de terminar el diseño de un taller en unas horas. Me dije “Es sólo una sesión, lo terminas rápido”. Pasaron como cinco horas y yo tenía una maravillosa tabla con los encabezados (actividad, tiempo, materiales, ¡en negritas por supuesto!) y algunas ideas vagas de los momentos del cortito taller. Escribí y borré varias veces. Tuve que parar por otras actividades y cerré el día con la sensación de que no había sido “productiva”. Total que hoy me senté y empecé a “procrastinar”, saludé a unas amigas en el chat, vi el video de una canción bien bonita que me hizo pensar que podría servirle a una de mis consultantes, recibí los mimos de mi gatita y le di unas caricias, busqué música adecuada para trabajar, me levanté dos veces por el agua que se me olvidó, arreglé el escritorio y por fin guardé todas las cositas acumuladas por semanas.


Los espías de la procrastinación me dirían que perdí el tiempo porque evidentemente para ellos esas cosas no son importantes: No son importantes los vínculos, no es importante deleitar al cuerpo con música agradable, no es importante procurarte un ambiente de bienestar. O quizá, su colega, la policía de la “productividad” diría que sí es importante pero que eso no se hace en horas “de trabajo”, que debí hacerlo en otro horario. Lo que no sabe esa policía es que el trabajo doméstico y de cuidados (porque proveerme de agua, ponerme música, limpiar el escritorio es parte de esos trabajos) se extiende en el tiempo y que la vida subjetiva no es tan exacta y delimitada. Tampoco saben que yo me organizo para hacerlo, como puedo y como quiero, que vivo sola y que sus demandas de “organización perfecta” frente a esos trabajos no son más que un ideal patriarcal donde a partir de  una división sexual del trabajo hay una mano invisible (la de una mujer generalmente, llámese mamá, hermana, pareja, tía, trabajadora, etc.) que hace esos trabajos de manera gratuita o pagada si quieres o puedes pagar.


Collage de Eugenia Loli

Bueno, pero lo que les quería contar es que después de darle el tiempo que merecían esas pequeñas actividades, me senté y en menos de media hora terminé el dichoso taller. Por eso me doy “el lujo” de sentarme a escribir esto. (¡Sí! “lujo”, porque el tiempo es lo que más escasea en esta posmoderna vida).


En fin, que los procesos creativos tienen otros tiempos, no son los de la llamada productividad. Que el capitalismo nos quiere convencer de que si no logramos adaptarnos a sus horarios y estándares, entonces estamos mal: “procrastinamos”. Y por supuesto que nos pasa muchas veces el no poder concretar una tarea (¡no lo niego!), pero creo que estaría bien preguntarnos antes si tiene que ver con que quizá no me interesa hacerla-no me motiva-ya no le encuentro sentido (¡lo cual es válido! y nos metería a pensar ¿qué hacer con ello?), necesito descanso, simplemente se está “cocinando” y necesita tiempo o alguna otra razón. Pensemos antes de ponernos la etiqueta de procrastinadorxs expertxs que lo único que hace es individualizar y patologizar, ocultando que ese “demorar en el hacer” quizá es consecuencia de un conflicto (y por tanto defensa) de valores personales que aprecio frente a valores socialmente impuestos que me alejan de la vida que quiero abrazar.

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